Aquel paraíso sin nombre
se desvanece en el recuerdo.
Un pasado casi irresuelto
malogrado por heridas ajenas,
padecido por almas extrañas.
Seres con varios rostros
que no dejan de dañar.
Ráfagas de dolor sin dueño
que consumen la tenue luz
donde habito en Mi soledad,
en la Nuestra, en la de El.
Poco queda ya, sólo el silencio,
tú ira, mi malestar,
y aquel sentimiento, que un día nos unió,
no lo sé… me cuesta aceptar un final.
Dolores